American Beauty (American Beauty)
Director: Sam Mendes. Guión: Alan Ball. Intérpretes: Kevin Spacey, Annette Bening, Thora Birch, Wes Bentley. Duración: 122 m. Año: 1999. Nacionalidad: EE.UU.


American Beauty ("Belleza americana") es un tipo de rosa muy bella, pero sin ningún aroma. La primera película dirigida por Sam Mendes, realizador muy vinculado con el mundo del teatro, supone una acidísima visión de lo que es realidad y apariencia en la sociedad norteamericana (¿y la nuestra?). Lester Burnham (por momentos impresionante Kevin Spacey) tiene un trabajo importante y bien remunerado, una mujer atractiva e inteligente, una casa y un coche de ensueño, pero ni el primero le llena, ni la segunda le quiere y su única hija le odia. Se necesitan agallas para hacer y ver esta película, porque suena a verdad. Verdad, eso sí, llevada a un cierto extremo y por eso puede parecer algo exagerada a veces (el personaje del novio de la hija chirría), pero el valor de su crítica permanece intacto. Lo mejor: Kevin Spacey dándole una patada a su tedioso trabajo, después de que una adolescente le abra los ojos, y su mujer (Anette Bening) prefiriendo el éxito profesional -vía sexo- al amor. Interesante también el punto de vista del narrador y, claro está, la bolsa de plástico que aparece en el  vídeo.
Cinelandia.
¿Merece la pena pasar la vida entre la indiferencia y la monotonía? Kevin Spacey llega a la conclusión de que no, después de encontrarse con la monísima mejor amiga de su hija y con un vecino camello de hierba delicattesse. Una vez llegado a esta conclusión decide cambiar su vida y mandar al garete a todo lo que no le gusta, empezando por su trabajo. Así, pasa la mayor parte de la película bordeando el más espantoso de los ridículos tratando de recuperar sus años mozos (ya se sabe, sexo, drogas y rock'n'roll). Pero de alguna extraña manera consigue recuperar y mantener la dignidad que le había faltado a lo largo de su vida. De la misma manera, el guión evita casi milagrosamente los convencionalismos en los que está a punto de caer en multitud de ocasiones para desembocar en un final más dulce que amargo, en las antípodas del tópico happy end.

Deckard.