Camino de la cruz (Kreuzweg)
Dirección: Dietrich Brüggemann. Guión: Anna Brüggemann y Dietrich Brüggemann. Intérpretes: Lea van Acken, Franziska Weisz, Lucie Aron, Anna Brüggemann, Michael Kamp, Moritz Knapp, Birge Schade, Florian Stetter, Sven Taddicken. Duración: 107 m. Año: 2014. Producción: Alemania.


El director alemán Dietrich Brüggemann nos sumerge literalmente en el seno de una familia estrictamente religiosa, fuertemente católica, cuya hija adolescente lidia con la incertidumbre e inseguridad propias de su edad y la visión integrista de la vida derivada de su educación, tanto familiar como escolar. A raíz de la crudeza narrativa de la historia y de la austeridad visual de la cinta, el espectador se siente incómodo durante todo el relato pero, a cambio, es introducido de lleno en el contundente drama provocado por un universo tan áspero como irracional que poco a poco va aplastando las decisiones vitales de la chica. Progresivamente, la lógica de las decisiones de ésta, sustentadas en una interpretación extrema de la religión, la van alejando de la realidad terrenal y, en realidad, de su propia felicidad. La película se estructura en catorce planos secuencia prácticamente estáticos que emulan el vía crucis de Jesucristo, como metáfora ácida e irónica del propio calvario que sufre la protagonista, hasta que, a la llegada del último paso, aparece ante nosotros la conclusión dura y definitiva que el director nos ha preparado en esta pequeña, un tanto acartonada, pero terrible historia.
Cinelandia.
Si resulta aterrador comprobar los efectos del fanatismo religioso a nivel global (basta con ver u oír las noticias todos los días, por desgracia), no lo es menos cuando el ámbito se circunscribe a la familia o al propio individuo. Con un pragmatismo y una austeridad a prueba de bombas se presenta este filme alemán, en catorce planos secuencia (casi) estáticos que representan el mismo número de pasos que conforman el vía crucis (en realidad son quince, pero para averiguar la causa de la diferencia no queda otra que ver la película) y que de forma “voluntaria” inicia una joven que está a punto de recibir el sacramento de la confirmación. Imbuida de la radicalidad más absoluta que recibe de su propia familia (la frialdad de trato estremece) y de la congregación a la que pertenece (excelente el guión en todo momento, punta de lanza de lo que casi huelga decir resulta en conjunto una afilada crítica al fundamentalismo católico en este caso, extrapolable por supuesto a cualquier religión), elige lo que ella considera una ofrenda para ayudar a su hermano pequeño aquejado de autismo donde otros no vemos más que un sacrificio estéril. Un debate abierto, pues no pretende otra cosa esta notable cinta más allá de su ejercicio de estilo, en todo momento utilizado como recurso al servicio de lo que se quiere transmitir y no como tapadera de un recipiente vacío. Otra cosa es que su aridez y rigidez en las formas puedan disgustar, que seguro puede ocurrir, porque de todo hay en la viña del Señor, pero debo decir que a semejanza del argumento del filme prefiero seguir la senda del cine de autor con los sacrificios que ello conlleva para alimentar mi espíritu cinéfilo y evitar las tentaciones del cine superficial que sin duda carga el diablo, ja, ja.

Álex.