Foxcatcher (Foxcatcher)
Dirección: Bennett Miller. Guión: E. Max Frye y Dan Futterman. Intérpretes: Steve Carell, Channing Tatum, Mark Ruffalo, Sienna Miller, Vanessa Redgrave, Anthony Michael Hall, Guy Boyd, Brett Rice, Jackson Frazer. Duración: 129 m. Año: 2014. Producción: EE.UU.


Con un inicio un tanto frío y lento, Bennet Miller ("Truman Capote" -2005-, "Moneyball: rompiendo las reglas" -2011-) nos sumerge poco a poco en la vida cotidiana de un luchador profesional con ambiciones olímpicas (excelentemente hierático Channing Tatum), en cuya vida se cruza el excéntrico millonario John Eleuthère du Pont (estupendo y casi irreconocible Steve Carell), un pretendido amante de ese deporte que pretende financiar generosamente. Lo que sigue es un progresivo y completo desatino que demuestra que lo del patrocinador es básicamente un capricho de quien todo lo tiene, de quien pretende superar complejos de inferioridad maternos y de quien esconde quizá algunas inclinaciones eróticas poco confesables. Como resultado, la vida de los demás acaba convirtiéndose en un infierno, desde el atleta que termina siendo un juguete roto, hasta su hermano, también luchador, que corre peor suerte. Y todo ello fue real, ojo.
Cinelandia.
Sorprendente la historia real del excéntrico y megalómano millonario estadounidense John du Pont, el cual se ofrece como mecenas y promotor de un equipo de lucha libre, con vistas a conseguir los mejores resultados posibles en las Olimpiadas de Seúl 1988, a través de los ya medallistas olímpicos en Los Ángeles 1984, los hermanos Schultz, y lo que establece es una enfermiza, turbia y malsana relación con ambos (más con el menor de ellos, Mark) en la que salen a relucir complejos de inferioridad evidentes, dominación psicológica, delirios de grandeza y deseos inconfesables reprimidos, y que, como no podía ser de otra manera, acaba de forma trágica. Compleja en cuanto a la construcción de personajes (buenas interpretaciones de todo el reparto), a la cinta le sobra media hora porque acaba dando la sensación de que la historia está alargada cuando ya no daba más de sí y que, más allá de resultar ajena a un espectador perplejo, corre el riesgo de caer en el simple telefilme. Algo que evita con habilidad el director, un Bennet Miller que sigue demostrando tener un estilo propio, a pesar de que el resultado no sea tan satisfactorio como en su anterior trabajo, la superior "Moneyball: rompiendo las reglas" (2011).

Álex.