Hara-Kiri: muerte de un samurái (Ichimei)
Director: Takashi Miike. Guión: Kikumi Yamagishi, sobre la novela de Yasuhiko Takiguchi. Intérpretes: Kôji Yakusho, Eita, Naoto Takenaka, Hikari Mitsushima, Ebizô Ichikawa, Kazuki Namioka, Hirofumi Arai, Munetaka Aoki, Ayumu Saitô. Duración: 126 m. Año: 2011. Producción: Japón y Reino Unido.


Basado en la novela de Yasuhiko Takiguchi, llevada ya a la pantalla grande en "Harakiri" (Masaki Kobayashi, 1962), el director Takashi Miike realiza un trabajo contenido, sobrio y dramático, que aborda el sentido del honor de los samuráis japoneses en el siglo XVII. Aquellos guerreros que, en tiempos de paz, apenas podían integrarse en la vida civil y subsistir con algún subempleo, por lo que su código moral les llevaba a veces a preferir la muerte o, en su faceta más ventajista, a simular una amenaza de suicidio (hara-kiri) ante un poderoso señor local que, normalmente, accedía a dar una propina para evitar mayores líos. El problema se plantea cuando uno de esos señores sigue la corriente y accede a que el samurái en cuestión lleve a cabo su (falso) hara-kiri, situación en la que se adentra la película, aprovechándola para elaborar un drama creciente aunque, por momentos, excesivo. No obstante, el mensaje del filme se construye con eficacia y se puede resumir en la cita del personaje de Don Pío Coronado de "El abuelo" (José Luis Garci, 1998) -adaptación de la novela de Benito Pérez Galdós-: "el honor es un buen montón de mierda".
Cinelandia.
Auténtica demostración de clasicismo este filme del director japonés Takashi Miike, siguiendo la senda de su anterior trabajo ("13 asesinos", 2010). Desde una ambientación impecable hasta el asunto principal sobre el que gira el argumento, pasando por unas interpretaciones serias y contenidas y un ritmo narrativo lo más parecido a un reloj suizo por su precisión, todo rezuma solemnidad, ortodoxia y solidez en esta historia del samurái sin amo y empobrecido que solicita realizar el suicidio ritual propio de su casta en la casa de otro poderoso clan para morir dignamente de acuerdo a su honor. Lo que sirve al director para dejarnos una severa desmitificación de este concepto y de los rígidos códigos en los que se sustenta, ¿acaso hay que anteponerlo, por un orgullo mal entendido, sobre todo lo demás? Basta con ver el desgarrador drama humano con el que enlaza el planteamiento inicial, a través del uso del flashback, para obtener una respuesta... Al debe, sin que suponga un problema para seguir el relato con toda atención, es que tal y como se desarrolla el mismo se intuye fácilmente el desenlace,  no cabe lugar a la sorpresa (ni creo que fuera intención el que la hubiera). Terrible la escena del hara-kiri con una espada de bambú, ¡qué agonía tan bien filmada!...

Álex.