Leviatán (Leviafan)
Dirección: Andréi Zviáguintsev. Guión: Oleg Negin y Andréi Zviáguintsev. Intérpretes: Vladimir Vdovichenkov, Elena Lyadova, Aleksey Serebryakov, Anna Ukolova, Roman Madyanov, Lesya Kudryashova, Sergey Pokhodaev. Duración: 140 m. Año: 2014. Producción: Rusia.


Implacable drama, desarrollado de forma progresiva y con maneras algo pausadas, pero con un mensaje contundente: la corrupción política (de la mano de la Iglesia Ortodoxa y con la connivencia de la Justicia) campa a sus anchas en la Rusia actual. Una familia va a ser desalojada de su casa de siempre porque el alcalde del pueblo pretende llevar a cabo un proyecto faraónico consagrado a rendir pleitesía a quienes le sustentan en el poder. Se inicia entonces el proceso para intentar evitarlo, lo que adentrará al protagonista en una espiral trágica. Una estructura muy en la línea de la literatura clásica rusa y que pone en evidencia los recursos de un Estado cruel y autoritario ante los indefensos ciudadanos.
Cinelandia.
Demoledora en sus críticas la nueva cinta del director Andréi Zviáguintsev, hasta el punto que, conociendo como se las gasta Putin, lo extraño es que este hombre no sufra ya cautiverio en algún gulag siberiano. Y es que la ballena bíblica que surgía de las profundidades marinas sembrando el terror toma forma, gracias a la metáfora continua que ejercita el filme, de la propia madre Rusia, sumida en la corrupción sistémica más absoluta (esto me suena de algo), bañada en vodka, admiradora de la violencia y las armas de fuego, capaz de despojar a sus ciudadanos de todo lo que poseen (y no sólo lo material) hasta el punto de anularlos o destruirlos como individuos y practicar la hipocresía y el fariseísmo más detestables en nombre de lo más sagrado, una religión tan podrida o más que el resto de instituciones (impactantes los planos finales). En definitiva, una demostración más de la galopante crisis de valores humanos que nos asola desde hace tiempo gracias a esta compacta y notable película, con una fotografía bellísima y a la que sólo su sobriedad y un metraje que puede acabar pesando le impiden alcanzar el escalón más alto.

Álex.