Magia a la luz de la luna (Magic In The Moonlight)
Dirección: Woody Allen. Guión: Woody Allen. Intérpretes: Colin Firth, Emma Stone, Marcia Gay Harden, Jacki Weaver, Hamish Linklater, Simon McBurney, Eileen Atkins, Catherine McCormack. Duración: 97 m. Año: 2014. Producción: EE.UU. y Reino Unido.


Da gusto ver películas como ésta, donde se exponen con tacto e inteligencia la arrogancia y otras imperfecciones humanas derivadas de un exceso de racionalismo, y se confrontan con (y eventualmente son derrotadas por) esa maravillosa irracionalidad que es el amor. Es impresionante contemplar con qué aparente sencillez Woody Allen habla de estos temas tan profundos mediante el envoltorio amable de esta comedia romántica, ambientada en el sur de Francia de finales de los años 20 y que desarrolla la historia de un famoso mago empeñado en desenmascarar a una supuesta médium. Acabará recibiendo sopas con hondas, claro. Difícilmente se puede imaginar a un actor tan perfecto para el papel protagonista como Colin Firth, que hace despliegue de todos los recursos para construir un personaje que posee tanta razón como falta de humanidad. Pero también sorprende la brillante actuación de una Emma Stone con mucho, mucho futuro.
Cinelandia.
Términos como “obra menor” y adjetivos como “ligera” y “anecdótica” suelen adornar las reseñas que reciben de un tiempo a esta parte las cintas de Woody Allen (concretamente desde “Vicky Cristina Barcelona” -2008-), para que salgan malparadas en la comparativa con las que de forma general siempre se han considerado sus mejores trabajos (es lo que tiene rodar cada año sin descanso, una sobreexposición que a él está claro que no le importa y en cambio a la crítica parece que le agota). A mí particularmente no me interesa tanto el centrar el debate en este hecho, aun siendo cierto, como en los motivos que provocan estas valoraciones; mi humilde diagnóstico es que su persistencia contumaz en las cuestiones que siempre le han preocupado ha dejado de estar acompañada de su inteligente sentido del humor (aquí apenas unos fogonazos por parte de un versátil Colin Firth a todas luces insuficientes) o que de tanto repetirse en ellas han dejado de tener gracia, igual me da ya que nunca me he considerado un “alleniano” incondicional. Y no me parece casual que esa falta de gracia suela coincidir con su ausencia en pantalla como actor de sus propias películas, aunque esto puede que no se circunscriba sólo a los últimos tiempos y sea una constante en su filmografía (teoría por confirmar, lo reconozco). El caso es que a mí esa falta de comicidad (recuerdo que no estamos hablando a nivel argumental de dramas, que por otra parte ha demostrado sobradamente saber hacer y combinar con la comedia) me deviene en aburrimiento y el guión se me antoja simple palabrería insustancial. Señor Allen, no deje de hablarnos de los temas que le apasionan y le obsesionan, pero recupere esa genialidad que parece que el tiempo va agotando (otra teoría a debate…).

Álex.